El coeficiente intelectual colectivo
Aunque
la gente colabora desde siempre, asegura Drucker, en el caso de los
trabajadores del conocimiento la unidad de trabajo ya no es el individuo, sino
el equipo. Por ese motivo, la inteligencia emocional (es decir, las habilidades
que ayudan a la gente a funcionar en armonía) se valora cada vez más en el
entorno laboral contemporáneo.
En
un sentido muy real surge un coeficiente intelectual colectivo, es decir, la
suma total del talento y la capacidad de todos los participantes. Resulta que
el elemento más importante de la inteligencia colectiva no es el promedio de
coeficientes intelectuales en el sentido académico, sino más bien la
inteligencia emocional.
El
factor más importante para sacar el máximo partido al potencial de un grupo
resulto ser su capacidad de crear un estado de armonía interna que les
permitiera servirse de todas las aptitudes de sus miembros.
Saber
aprovechar una red (en la práctica, convertirla en un equipo temporal para
fines específicos) es un factor decisivo del éxito laboral. Lo que
distingue a las estrellas de los demás no es el coeficiente intelectual
académico, sino el emocional. A las personas que destacan les salen las cosas
mejor porque dedican tiempo a cultivar buenas relaciones con gente cuyos
servicios podrían resultar necesarios en un momento decisivo, dentro de un
equipo para fines específicos instantáneo, a la hora de resolver un problema o
gestionar una crisis.
Las
redes informales son especialmente decisivas para resolver problemas
imprevistos. La organización formal está concebida para afrontar problemas que
pueden preverse con facilidad. Las redes informales y sumamente flexibles
funcionan diagonal y elípticamente y se saltan escalones del organigrama para
conseguir resultados. De hecho, un análisis más en profundidad de las redes
informales muestra que existen como mínimo tres variedades: las de comunicación
(quién habla con quién), las de pericia (en función de las personas a las que
se solicita asistencia) y las de confianza. Las estrellas de una organización
son con frecuencia quienes mantienen fuertes conexiones en todas las redes,
sean de comunicación, de pericia o de confianza. Para prosperar, cuando no para
sobrevivir, lo que deberían hacer las corporaciones es fomentar la inteligencia
emocional colectiva.
El liderazgo esencial
Da
igual lo que pretendan hacerlos líderes (ya sea crear una estrategia o
movilizar a un equipo para que entre en acción), su éxito depende de cómo lo
hagan. Los mejores líderes se distinguen porque comprenden el papel
protagonista de las emociones en el entorno laboral, no solo en cosas concretas
como la obtención de mejores resultados o la conservación de los buenos
trabajadores, sino también en otras importantísimas e inconcretas, como un buen
nivel de moral, motivación y compromiso.
LA
DIMENSIÓN ESENCIAL
A lo
largo de la historia y en culturas de todo el mundo, el líder de cualquier
grupo humano ha sido aquel al que recurrían los demás en busca de seguridad y
claridad ante la incertidumbre o la amenaza, o cuando había que hacer algo. El
líder hace las veces de guía emocional del grupo. El fracaso o el éxito de una
empresa depende en un porcentaje destacable de la eficiencia de los líderes en
esa dimensión emocional básica. El que saca el máximo partido de las ventajas
del liderazgo esencial encauza las emociones de sus subordinados en la
dirección adecuada.
¿Cómo
funciona todo eso? Los estudios del cerebro revelan los mecanismos neurológicos
del liderazgo esencial y dejan bien claro por qué son tan determinantes las
capacidades de la inteligencia emocional.
EL
CIRCUITO ABIERTO
Un
circuito cerrado, como el aparato circulatorio, se autorregula; lo que sucede
en el aparato circulatorio de quienes nos rodean no afecta al nuestro. En
cambio, un circuito abierto depende en gran medida de fuentes externas para su
funcionamiento.
Los
científicos describen el circuito abierto como una regulación límbica
interpersonal mediante la cual una persona transmite señales que pueden alterar
los niveles hormonales, la actividad cardiovascular, las pautas de sueño e incluso
la función inmunitaria en el cuerpo de otro individuo. Aunque el circuito
abierto forma una parte muy importante de nuestra vida, por lo general no somos
conscientes del proceso. La gente que conforma grupos laborales se contagia
inevitablemente los sentimientos, desde los celos hasta la angustia pasando por
la envidia o la euforia.
EL
CONTAGIO Y EL LIDERAZGO
La
continua interacción de los circuitos abiertos límbicos de los miembros de un
grupo crea una especie de sopa emocional a la que cada uno aporta su sabor
personal, pero el que proporciona el condimento más fuerte es el líder. Dado
que sus opiniones tienen un peso especial, los líderes gestionan el significado
para el grupo, ofrecen una forma de interpretar una situación determinada y,
por consiguiente, de reaccionar emocionalmente ante ella. En cierto sentido, el
líder marca la pauta emocional. Pueden dirigir pensando en aportar claridad y
orientación a sus subordinados, fomentando su flexibilidad, dándoles la
libertad de razonar cuál es la mejor manera de hacer un trabajo. Todas esas
actuaciones contribuyen a determinar el efecto emocional esencial de un líder.
En
un sentido neurológico, la risa representa la distancia más corta entre dos
personas, ya que provoca la conjunción instantánea de sus sistemas límbicos. La
rapidez con la que captamos los estados emocionales de un líder depende de la
expresividad con la que su cara, voz y gestos reflejen sus sentimientos. Cuanto
mejor sepa transmitir sus emociones, más enérgicamente las propagará. De todos
modos, cuando más abierto sea el líder (cuanto mejor exprese su entusiasmo, por
ejemplo) más fácilmente sentirán los demás su misma pasión contagiosa. A la
inversa, los líderes que emiten el registro negativo (son irritables,
susceptibles, dominantes, fríos) repelen a la gente. Nadie quiere estar a las
órdenes de un cascarrabias.
CÓMO
AFECTA EL ESTADO DE ÁNIMO A LOS RESULTADOS
Una
leve preocupación de un líder puede servir de indicativo de que algo requiere
más atención y un análisis en profundidad. Por otro lado, un estado de ánimo
sereno puede ser de enorme ayuda al afrontar una situación arriesgada, y un
exceso de optimismo puede llevar a pasar peligros por alto.
EL
SECUESTRO EMOCIONAL
Las
emociones negativas (en especial la ira crónica, la ansiedad o la sensación de
incompetencia) perjudican mucho la actividad laboral y secuestran la atención
que debería estar centrada en el trabajo. Una de las leyes más antiguas de la
psicología dice que, por encima de un nivel moderado, un aumento de la ansiedad
y la preocupación limita la capacidad mental. La persona que está alterada
presenta dificultades para entender bien las emociones de los demás; es decir,
se reduce la aptitud más elemental para la empatía y, en consecuencia, merman
las capacidades sociales.
Otra
consideración es que, según nuevos descubrimientos sobre la satisfacción
laboral, las emociones que se sienten en el trabajo reflejan directamente la
verdadera calidad de la vida profesional.
BUEN
HUMOR, BUEN TRABAJO
El
buen humor favorece la eficiencia mental y permite que la gente sea más
competente en la comprensión de la información y en la aplicación de reglas a
la toma de decisiones complejas, así como más flexible en la forma de pensar.
Asimismo, un estudio sobre el sentido del humor en el trabajo revela que un
chisme o una risa alegre en el momento oportuno pueden estimular la
creatividad, abrir canales de comunicación, fomentar la sensación de conexión y
de confianza y, por descontado, hacer más divertido el trabajo. Un líder con
dotes para la colaboración puede mantener alta la cooperación y garantizar así
que las decisiones del grupo hagan que valga la pena el esfuerzo de la reunión.
COMO
CUANTIFICAR EL AMBIENTE DE UNA EMPRESA
De
todos los aspectos de la actividad empresarial, una buena atención al cliente
(la clave de cualquier servicio comercial) es quizá lo mas sensible al contagio
del estado de ánimo, y por lo tanto al funcionamiento del cerebro como lun
circuito abierto. Desde un punto de vista empresarial el mal humor en las
personas que atienden al público es un problema. En cambio, el buen humor en el
trato con el público beneficia a la empresa. Cuando los jefes se mostraban
animados, seguros de sí mismos y optimistas, los trabajadores se contagiaban de
su estado de ánimo.
El
rendimiento no depende únicamente del clima laboral, por descontado. Los
factores que indican qué empresas funcionan mejor en un trimestre concreto son
de una complejidad bien conocida. Sin embargo, nuestros análisis apuntan a que,
en líneas generales, del clima (es decir, de cómo se sienten los trabajadores
en la empresa) puede depender entre el veinte y el treinta por ciento del
rendimiento. Conseguir lo mejor de la gente tiene claros beneficios.
En
resumen: los estados emocionales y los actos de líder afectan claramente a los
sentimientos y por ende el rendimiento de los empleados a su cargo. Así, la
gestión de sus emociones y del efecto que tienen en las de los demás no es una
simple cuestión personal, sino un factor que influye en el éxito de la empresa.
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